De TERRALES
(1992)
I
Abierta
La palabra muge;
Alabanza proferida
antes de comenzar la
faena.
Hasta el aire
enmudece.
II
Sueltas ráfagas de luz
Como hebras
Visten la sabana
inconclusa.
Chispas de sol
y estiércol
diseminados
en los pastos.
III
Bebiéndome el cansancio
las manos
se me ahuecan
como una tapara.
IV
Migajas de promesas
esparcidas
como pájaros
y piedras
arrojadas
al olvido
V
Los caminos
delgados como jamelgos
no regresan todavía.
me hastío de soñar
con el mismo viento
en abandono.
VI
El río con su siseo
alienta
a dejar secretos
que no van a devolverse
para acusarnos
VII
Mi ausencia resuena
en el galope monótono,
va dejando sus pisadas
en esta tierra
desapegada.
VIII
Una lluvia penetrante
y el olor a mastranzo
anega los corredores.
En la intemperie
de estas horas
perseguidas
el chinchorro
se hace compañero de la
apatía.
El silencio se
atraviesa.
De Hasta el
fulgor inmaculado
(1995)
1º premio de
literatura
“Eeliseo Jiménez Sierra” (Yaracuy)
I
La mirada
se cierra
volviendo a ser
vasija
de su sed
II
Con los grillos
desvelada
en el relámpago
de ausencias,
desdeña el tiempo
ido
II
En el umbral del
tiempo
que parece desbocar
el viento
pensamientos visitan
esta vigilia
asidua
IV
Quieta
en el regazo del alba
que le inspira
despojarse,
suspender el
instante,
enmudecer con ceniza
custodiada
en los rincones
V
Quejas ciegas
ignoran si es día,
si es luz
Vigila
áspera
en la vigilia
Presagiando lumbres
solo acuden presagios
que no llegan a ser
oídos
VI
Húmedos bríos
me contraen
hasta los huesos
en la pesadumbre;
solapada agonía
rozando hasta roerme
VIII
La sombras
tienen vestigios de
tizne
El murmullo ocupa
ahora
la estela de tristeza
La luna sustituye
rostros
VIII
Celado por la sombra
el silencio
alisa el aposento
corroído
como tierra sin pasto
donde yazgo
Ni un solo soplo
se presiente
IX
Luz sigue siendo
el deseo avivado
entre la niebla
que me envuelve
Despierta aún
el anhelo de cubrirte
vagamente,
mis manos no
descansan
Desconozco
si ya fue
mediodía
X
Tus manos
despejan
mi ventana
Testigo
de una voz distinta
Despojarse
en el horizonte,
sediento,
donde no caben siseos
XI
Sin prisa
el cuenco de tus
manos
me da de beber
agua salada
En el destierro
escucho
el rumardan la luz
or
de la grieta
que crece
XII
Regresas
tu presencia
es son espejos
que agu
Junto a la claridad
caminamos sin memoria
que nos devuelva
el cielo desvestido
en la mirada
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