jueves, 23 de mayo de 2013

Poemas

De TERRALES
(1992)

I

Abierta
La palabra muge;

Alabanza proferida
antes de comenzar la faena.
Hasta el aire
                                    enmudece.

II

Sueltas ráfagas de luz
Como hebras
Visten la sabana
                                   inconclusa.
Chispas de sol
y estiércol
                        diseminados
en los pastos.

III

Bebiéndome el cansancio
las manos
se me ahuecan
como una tapara.

IV

Migajas de promesas
                                               esparcidas
como pájaros
y  piedras
                                               arrojadas
  al  olvido

V

Los caminos

                                   delgados como jamelgos
no regresan todavía.

me hastío de soñar
con el mismo viento         
en abandono.

VI

El río con su siseo
alienta
a dejar secretos
que no van a devolverse
para acusarnos

VII

Mi ausencia resuena
en el galope monótono,
va dejando sus pisadas
en esta tierra desapegada.

VIII

Una lluvia penetrante
y el olor a mastranzo
anega los corredores.

En la intemperie
de estas horas perseguidas
el chinchorro
se hace compañero de la apatía.
El silencio se atraviesa.


De  Hasta el fulgor inmaculado
(1995)

1º premio de literatura
“Eeliseo Jiménez Sierra” (Yaracuy)


I

La mirada
se cierra
volviendo a ser vasija
de su sed

II

Con los grillos
desvelada
en el relámpago
de ausencias,
desdeña el tiempo
ido

II

En el umbral del tiempo
que parece desbocar
el viento
pensamientos visitan
esta vigilia
asidua

IV

Quieta
en el regazo del alba
que le inspira
despojarse,
suspender el instante,
enmudecer con ceniza
custodiada
en los rincones

V

Quejas ciegas
ignoran si es día,
si es luz

Vigila
áspera
en la vigilia

Presagiando lumbres
solo acuden presagios
que no llegan a ser oídos       

VI

Húmedos bríos
me contraen
hasta los huesos
en la pesadumbre;
solapada agonía
rozando hasta roerme

VIII

La sombras
tienen vestigios de tizne

El murmullo ocupa ahora
la estela de tristeza

La luna sustituye rostros

VIII

Celado por la sombra
el silencio
alisa el aposento corroído
como tierra sin pasto
donde yazgo

Ni un solo soplo
se presiente

IX

Luz sigue siendo
el deseo avivado
entre la niebla
que me envuelve

Despierta aún
el anhelo de cubrirte vagamente,
mis manos no descansan


Desconozco
si ya fue
mediodía

X

Tus manos
despejan
mi ventana


Testigo
de una voz distinta

Despojarse
en el horizonte,
sediento,
donde no caben siseos

XI

Sin prisa
el cuenco de tus manos
me da de beber
agua salada

En el destierro
escucho
el rumardan la luz
 or
de la grieta
que crece

XII

Regresas

tu presencia
es son espejos
que agu
Junto a la claridad
caminamos sin memoria
que nos devuelva
el cielo desvestido

en la mirada

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